La influencia de las palabras...penetrar en la comprensión hacia la conciencia.
La influencia de las palabras
Gtacias a Raúl de La Rosa, y este artículo que suscribo, hoy me llega "como anillo al dedo"!
Cuando escribimos, cuando hablamos, qué queremos decir, qué queremos transmitir...qué leen y entienden los demás.
Para transmitir aquello que queremos, la convicción en lo que decimos es importante, así como la veracidad de las palabras o el sentimiento con que se refuerzan, pero de poco sirve si no somos conscientes de lo que decimos y de cómo ese estado de consciencia nos permite experimentarnos.
La influencia de las palabras no depende de si son temas transcendentales o importantes sino de la actitud interior, si brotan desde la superficie o desde lo más profundo. En caso de que no nos situemos con honestidad junto a lo que decimos, las palabras se convierten en simples fuegos artificiales, un pasatiempo sin más.
Igualmente, si sólo leemos o escuchamos sin intentar comprender que hay más allá de las palabras, en ese lugar donde brota la experiencia de quien habla enlazando con la nuestra (haya sucedido en nosotros esa experiencia o aún no), estaremos perdiendo una oportunidad de profundizar en nosotros mismos.
Hemos distorsionado el lenguaje hasta tal punto que difícilmente podemos reconocer en él formas lingüísticas que hablen verdaderamente de ética, de evolución espiritual, de conciencia y de valores profundos. Muchas de las palabras han sido secuestradas y banalizadas por el sistema imperante y por superficiales propuestas pseudofilosóficas.
Por ello, no sólo hay que leer o escuchar palabras, también debemos prestar atención a la persona que, como ser, muchas veces oculto tras los velos de una educación social errada, trata de comunicar honestamente su mundo interior.
Sea quien sea la persona a quien leemos, sea quien sea la persona con quien hablamos, cuando escribe o habla pretende decir algo que va más allá del simple significado de las palabras. Si somos capaces de comprender qué hay detrás de todo ello nos estamos uniendo a un camarada que comparte nuestras mismas aspiraciones íntimas en el camino espiritual.
Cuando lo logramos, la experiencia se convierte en un todo, y la dualidad y la diferencia de criterio se disuelven más allá de los prejuicios y los pensamientos excluyentes.
Probablemente no siempre se consiga, pero siendo conscientes de que es posible, podemos intentar mantener la atención centrada en percibir esa totalidad. Esto es, siendo más conscientes de uno mismo y de lo que sucede.
Tenemos que crear una casa común donde tengan cabida todas las tradiciones éticas, todas las prácticas espirituales, todas las formas de mejorar a la persona y el mundo. Podemos presentarnos como taoístas, budistas, cristianos, musulmanes, ecologistas, librepensadores, etc.; cada uno utiliza unos signos particulares y un carácter unívoco de sus formas fieles a su tradición o a sus maneras. Pero hay una esencia común a toda tradición espiritual dirigida a la comprensión, en definitiva, del ser, y es en esa esencia vacía de imágenes y de conceptos donde uno prepara sus palabras, sus instrumentos y ritos personales, y se dispone para penetrar en la comprensión a través de la intuición más profunda en donde todos podemos encontrarnos en un camino común: el de la conciencia.
Gtacias a Raúl de La Rosa, y este artículo que suscribo, hoy me llega "como anillo al dedo"!
Cuando escribimos, cuando hablamos, qué queremos decir, qué queremos transmitir...qué leen y entienden los demás.
Para transmitir aquello que queremos, la convicción en lo que decimos es importante, así como la veracidad de las palabras o el sentimiento con que se refuerzan, pero de poco sirve si no somos conscientes de lo que decimos y de cómo ese estado de consciencia nos permite experimentarnos.
La influencia de las palabras no depende de si son temas transcendentales o importantes sino de la actitud interior, si brotan desde la superficie o desde lo más profundo. En caso de que no nos situemos con honestidad junto a lo que decimos, las palabras se convierten en simples fuegos artificiales, un pasatiempo sin más.
Igualmente, si sólo leemos o escuchamos sin intentar comprender que hay más allá de las palabras, en ese lugar donde brota la experiencia de quien habla enlazando con la nuestra (haya sucedido en nosotros esa experiencia o aún no), estaremos perdiendo una oportunidad de profundizar en nosotros mismos.
Hemos distorsionado el lenguaje hasta tal punto que difícilmente podemos reconocer en él formas lingüísticas que hablen verdaderamente de ética, de evolución espiritual, de conciencia y de valores profundos. Muchas de las palabras han sido secuestradas y banalizadas por el sistema imperante y por superficiales propuestas pseudofilosóficas.
Por ello, no sólo hay que leer o escuchar palabras, también debemos prestar atención a la persona que, como ser, muchas veces oculto tras los velos de una educación social errada, trata de comunicar honestamente su mundo interior.
Sea quien sea la persona a quien leemos, sea quien sea la persona con quien hablamos, cuando escribe o habla pretende decir algo que va más allá del simple significado de las palabras. Si somos capaces de comprender qué hay detrás de todo ello nos estamos uniendo a un camarada que comparte nuestras mismas aspiraciones íntimas en el camino espiritual.
Cuando lo logramos, la experiencia se convierte en un todo, y la dualidad y la diferencia de criterio se disuelven más allá de los prejuicios y los pensamientos excluyentes.
Probablemente no siempre se consiga, pero siendo conscientes de que es posible, podemos intentar mantener la atención centrada en percibir esa totalidad. Esto es, siendo más conscientes de uno mismo y de lo que sucede.
Tenemos que crear una casa común donde tengan cabida todas las tradiciones éticas, todas las prácticas espirituales, todas las formas de mejorar a la persona y el mundo. Podemos presentarnos como taoístas, budistas, cristianos, musulmanes, ecologistas, librepensadores, etc.; cada uno utiliza unos signos particulares y un carácter unívoco de sus formas fieles a su tradición o a sus maneras. Pero hay una esencia común a toda tradición espiritual dirigida a la comprensión, en definitiva, del ser, y es en esa esencia vacía de imágenes y de conceptos donde uno prepara sus palabras, sus instrumentos y ritos personales, y se dispone para penetrar en la comprensión a través de la intuición más profunda en donde todos podemos encontrarnos en un camino común: el de la conciencia.
Comentarios